Por qué hace falta un sistema de carreras científicas predecible pero flexible
Carolina Cañibano Sánchez, Investigadora, Economía de la Ciencia y la Innovación, INGENIO (CSIC – UPV)
El pasado 21 de mayo, el ministro de Ciencia e Innovación del Gobierno de España, Pedro Duque, hizo unas esperanzadoras declaraciones relativas a la necesidad de abordar la reconstrucción poscoronavirus del país apostando por la ciencia y por la innovación. Ésta, apuntó, va a materializarse en cuatro reformas en las que ya trabajan. Una de ellas tendría como objetivo “la definición de una carrera científica predecible para los investigadores desde el inicio, con contratos estables y evaluaciones justas e inclusivas”. Que la carrera científica sea uno de los principales objetos de la agenda de reformas es una buena noticia.
La frase de Duque hace referencia a tres cuestiones a las que la literatura sobre carreras científicas ha dedicado bastante atención: la estabilidad y predictibilidad de la carrera, la evaluación del desempeño y la inclusión que, en España, alude especialmente a cuestiones de género.
Aún siendo muy interdependientes, cada una de estas cuestiones merece atención específica. En mi opinión, para abordar la reforma con posibilidades de éxito, es imprescindible una reflexión colectiva que esté guiada por la evidencia empírica y por los marcos conceptuales que nos ayudan a pensar y a observar cómo se desenvuelven las carreras científicas.
En las líneas que siguen, abordo la cuestión de la definición de la carrera científica y de su predictibilidad, con objeto de iniciar e invitar a esta reflexión.
Predictibilidad e incertidumbre
Predecible es aquello que no es del todo incierto, que sigue unos patrones previsibles que permiten la anticipación de lo que va a ocurrir, de qué modo y cuándo. En el contexto de una carrera científica, cierto grado de estabilidad y de predictibilidad son imprescindibles para el emprendimiento de grandes proyectos, para el ejercicio de la reflexión y para poder desafiar al statu quo.
La investigadora angustiada por la pronta finalización de su contrato difícilmente puede progresar en la senda de un proyecto intelectual de largo plazo. La incertidumbre extrema, la inestabilidad y la precariedad que han caracterizado las carreras de los jóvenes científicos españoles a lo largo de la última década no han estado exentas de consecuencias científicas y epistémicas.
Una reforma que reduzca los niveles de incertidumbre actuales es necesaria. Sin embargo, no podemos olvidar que la ciencia discurre necesariamente por caminos de incertidumbre y que muchos grandes descubrimientos son el resultado de combinaciones imprevisibles. Un sistema de ciencia e innovación que no quiera renunciar a este tipo de descubrimientos debería también dar acomodo a la incertidumbre que caracteriza la generación de nuevo conocimiento y a la emergencia de trayectorias impredecibles.
Se plantea pues la pregunta de qué quiere decir exactamente “predictibilidad” en el contexto de una carrera científica. Como a menudo ocurre en las ciencias sociales, la respuesta es “depende”. Depende, en este caso y, en primer lugar, de cómo pensemos y conceptualicemos la carrera científica.
La aproximación dominante y que más atención ha recabado es la habitualmente aplicada por la economía de la ciencia, que concibe al científico como un repositorio de capital humano especializado, que transita una carrera marcada por estadios definidos, ocupando empleos en una o más organizaciones. Esta sucesión está marcada por hitos de progreso asociados a unas expectativas acerca de las tareas de investigación a desempeñar y a incrementos salariales y de responsabilidad.
Desde esta perspectiva, la reducción de la incertidumbre en la carrera pasaría por aumentar la predictibilidad de los factores que definen esta sucesión de empleos, tales como las competencias que corresponden a cada estadio de la carrera, la duración de cada estadio, su salario correspondiente y los requisitos en términos de desempeño y experiencia necesarios para el ascenso. Debemos tener en cuenta, sin embargo, que esto no incorpora algunos de los elementos clave para el análisis de la práctica científica.
Tres carreras en una
Los sociólogos de la ciencia Gläser y Laudel proponen una interesante aproximación, según la cual la carrera académica se desglosa en tres carreras interconectadas, que progresan de forma paralela bajo la influencia de distintas fuerzas institucionales. A la carrera organizativa, concebida como describe el párrafo anterior, se suman otras dos:
- La carrera en comunidad: equivalente a la serie de estatus y puestos dentro de una comunidad científica, definidos por la reputación que el investigador va adquiriendo.
- La carrera cognitiva: definida por procesos de resolución de problemas temáticamente conectados y en los que los resultados de proyectos pasados alimentan nuevos proyectos.
Los investigadores transitan por estas tres carreras, siguiendo una senda de expectativas compartidas en su comunidad científica.
Buena parte de los problemas a los que se enfrentan muchos científicos vienen dados por desajustes entre estas tres carreras. Una investigadora podría haber alcanzado un alto nivel de reconocimiento en su comunidad científica internacional, debido al progreso alcanzado en su carrera cognitiva (con sus resultados de investigación) y, sin embargo, no haber logrado todavía una posición de estabilidad laboral en la organización en que trabaja (en su carrera organizativa).
Este tipo de desajustes son a menudo la causa de movilidades internacionales percibidas como “fuga de cerebros”. Desde este modelo, el incremento de la predictibilidad en la carrera científica que se desarrolla en universidades y centros públicos de investigación pasaría, fundamentalmente, por mejorar la correspondencia entre los tres recorridos.
La evidencia disponible pone de manifiesto, además, que las características de las tres carreras difieren notablemente entre disciplinas. Lo que la comunidad espera de un aprendiz de historiador para que pase a ser considerado un colega independiente es distinto a lo que se espera de un joven biólogo molecular. En determinados campos o proyectos, la incertidumbre técnica es muy alta, los experimentos no tienen éxito a la primera y lleva más tiempo recorrer la senda que desemboca en identidad científica propia e independencia intelectual y técnica.
De ello se desprende que no debería reducirse la incertidumbre en la carrera científica a fuerza de estandarización transdisciplinar, ni a base de rígidas delimitaciones de la duración o características de cada estadio. La ciencia necesita una flexibilidad institucional que pueda dar cabida, en primer lugar, a la diversidad epistémica.
Trayectorias no lineales
Sabemos también que un creciente número de carreras científicas se desenvuelve en espacios “híbridos”, a caballo entre varios países, entre varios sectores o entre varias disciplinas. Piensen, por ejemplo, en el médico que va de la cama del paciente al laboratorio del hospital, y del aula universitaria a la oficina de la empresa farmacéutica que financia uno de sus proyectos. Piensen en quienes, aún viviendo en el extranjero, colaboran con y forman a equipos en España o en quienes dejan temporalmente la ciencia para después regresar con experiencia adquirida en otro ámbito.
Los modelos descritos arriba transmiten una idea de linealidad que no se ajusta a la realidad de un número creciente de trayectorias. Un nuevo marco institucional debería poder acomodar también esta diversidad, permitiendo la combinación de espacios geográficos, disciplinarios y sectoriales, sin incurrir en las rígidas incompatibilidades que, a día de hoy, tienen que sortear los investigadores en España.
Tenemos por delante el diseño de un sistema de carreras científicas suficientemente predecible, pero también, suficientemente flexible. En el logro de este difícil equilibrio está la clave de la atracción y retención del mejor talento.