El dilema entre salud y economía por la covid-19, un debate estéril a la luz de la Ciencia y la Historia
Emilio Muñoz Ruiz, Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS – CSIC); Jesús Rey Rocha, Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC) y Víctor Ladero, Instituto de Productos Lácteos de Asturias (IPLA – CSIC)
El objetivo de este análisis no es ofrecer una historia del desarrollo del Homo sapiens en el planeta Tierra. Se sale de todos nuestros límites.
Surge como consecuencia de que, con motivo de la compleja y dura pandemia de covid-19 que nos azota, se ha iniciado y se agudiza con contumacia el debate establecido por los poderes políticos y los intereses del Homo economicus, contraponiendo salud y economía.
Pretende esencialmente, a la luz del peso de la historia de la humanidad y alrededor de los conocimientos científicos, probar que la salud no solo tiene una preeminencia histórica y por ello cultural sobre la economía, sino que ambas incluso han coexistido antes de que la economía adquiriera carta de naturaleza como disciplina, según se atribuye al filósofo escocés Adam Smith y su obra An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, publicada en 1776. Aunque recordando que en la pandemia los sistemas de salud reclaman especial atención y sobre todo recursos.
La salud, elemento indispensable para la evolución humana con miles de años de historia
La evolución humana es una historia continua de búsqueda de la salud, que ha ido paralela con los grandes avances y revoluciones económicos y sociales, y los ha permitido. La Paleopatología, ciencia que estudia las enfermedades en los grupos humanos prehistóricos, nos muestra que existe una fuerte correspondencia entre las enfermedades y las prácticas económicas y las relaciones sociales de cada época.
Esto es así también en términos evolutivos. A lo largo de la evolución de la especie humana hay numerosos episodios que han mejorado paulatinamente su salud, y, como consecuencia de ello, han permitido cambios significativos en su actividad económica.
A lo largo de nuestra evolución, el altruismo y la conducta grupal y social, junto con el conocimiento del medio natural, nos han permitido desarrollar sistemas de prevención, cura y cuidados.
Los restos de Neandertales muestran los primeros indicios de una naciente sociedad que cuida a sus enfermos y discapacitados, lo que podría considerarse como una incipiente seguridad social. Y en los primeros Homo sapiens se encuentran pruebas de tratamientos de golpes y fracturas que no es descabellado pensar que fueran frecuentes en estas sociedades cazadoras-recolectoras.
El paso de estas sociedades paleolíticas a las del período Neolítico trae consigo una revolución económica de dimensiones colosales: el tránsito desde las sociedades cazadoras-recolectoras, eminentemente nómadas, hacia sociedades sedentarias, como consecuencia de la aparición de la ganadería y la agricultura. Es el momento en que aparecen enfermedades parasitarias e infecciosas, algunas de ellas derivadas del contacto estrecho con los animales domésticos.
El medio condiciona la conducta de los seres vivos y su configuración somática, para finalmente contribuir a la selección de los más capaces, de los mejor adaptados. A la inversa, en el caso de la especie humana, su capacidad de utilizar y modificar los elementos de su entorno ha influido a su vez en su propia evolución. Un ejemplo es la capacidad de cocinar los alimentos gracias al fuego.
La dieta ha tenido una importancia decisiva en la salud de la especie humana y en su evolución cultural. Para hablar de la trascendencia evolutiva de la cocina en la evolución humana, queremos reivindicar la figura del precursor biólogo español Faustino Cordón (1909-1999). Sus ideas sobre el tema están recopiladas en el ensayo de divulgación titulado Cocinar hizo al hombre, publicado en 1979, uno de los muchos tratados a lo largo de una extensa actividad y producción intelectual que se desarrolló en una época oscurantista de un país que ya de por sí históricamente ha dedicado escasa atención a la ciencia.
Como indica Rafael Jerez Mir en su reseña de esta obra, Cordón relata cómo la cocina posibilita la evolución de un ser dependiente del apremio del hambre y del azar y la acción directa, propias de los grupos cazadores-recolectores, a una sociedad basada en y dependiente de la cooperación en el grupo, y al abrigo de lo fortuito y de la interferencia con otras especies. Y cómo finalmente la cocina acaba dando lugar a la palabra y el lenguaje, que a su vez fomentan el progreso de la práctica culinaria gracias a la posibilidad de transmisión de conocimientos empíricos.
Palabra y lenguaje, elementos que finalmente han tenido evidentes repercusiones en la conducta y en el desarrollo de la especie humana: en el pensamiento, en la organización del trabajo y, por tanto, en su economía, entendida como el conjunto de sus bienes, su riqueza y sus modos de administración, distribución e intercambio de los mismos.
Treinta años más tarde, Richard Wrangham, profesor de Antropología Biológica en Harvard y director del proyecto Kibala Chimpazee en Uganda, publicó Catching Fire. How Cooking Made Us Human (publicado en español con el título En llamas. Cómo la cocina nos hizo humanos) con gran éxito en el mundo angloparlante, llegando a ser comparado con El origen de las especies de Darwin. En la contraportada del libro se puede leer: “But Catching Fire presents a groundbreaking theory: that cooking is the reason for our evolutionary success” (“Pero Catching Fire presenta una teoría innovadora: que la cocina es la razón de nuestro éxito evolutivo”), otro canto a la importancia evolutiva de la salud y la alimentación.
La economía, un artefacto humano con (solo) dos siglos de historia
Como ya se ha comentado al principio, aunque la actividad económica propiamente dicha tenga varios milenios, la economía, tal como se entiende y se defiende en círculos políticos hoy en día, nace con Adam Smith en el siglo XVIII.
Como ciencia social, la historia de la economía se preocupa por la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones, como refleja el título de la obra ya citada de Smith, considerada por algunos autores como el documento fundador de la economía clásica y del liberalismo económico.
Desgraciadamente, la economía ha tenido un éxito desmesurado, sobre todo a partir del siglo XX, como política predominante en el mundo dominado por la visión norteamericana y japonesa que representa la OCDE, y que ha devenido en la economía neoliberal con sus importantes consecuencias.
Su éxito no es tal cuando muchos economistas de gran prestigio, algunos de ellos galardonados con los premios que el Comité Nobel de Economía otorga, son profundamente críticos con las políticas y los resultados sociales de esas prácticas económicas. Ejemplos pueden darse muchos, pero citaremos solo dos recientes: el galardonado con el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, Dani Rodrik, con sus reflexiones críticas sobre la globalización, y Joseph Stiglitz, premio del Comité Nobel de Economía en 2001, que, en su artículo aparecido en Investigación y Ciencia, reconoce que: “La obsesión por el producto interior bruto ha tenido efectos negativos sobre la felicidad, la salud y el medioambiente”.
Menos dilemas y más diligencias
La relación entre economía y salud no debe plantearse como enfrentamiento o debate, sino más bien en términos de diálogo, de entendimiento. En dinámicas biológicas, podríamos decir que debería plantearse sobre la base de cooperación, de mutualismo o simbiosis. No de competencia, y mucho menos en términos de relaciones de explotación, depredación o parasitismo, en las que una de las partes resulta claramente perjudicada en detrimento de las otras.
En definitiva, consideramos que el debate entre salud y economía es estéril en términos científicos y peligrosamente contraevolutivo.