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Costa Rica, cuarto país latinoamericano en el club de los países ricos: ¿será sinónimo de impulso económico?

Costa Rica, cuarto país latinoamericano en el club de los países ricos: ¿será sinónimo de impulso económico?

Borja Santos Porras, Director Ejecutivo – IE School of Global and Public Affairs, IE University

TonelloPhotography / Shutterstock

Costa Rica recibió el pasado 15 de mayo la invitación oficial para ser el 38º miembro de la OCDE, lo que le convertirá en el primer país de Centroamérica, y el cuarto de América Latina, después de México (1994), Chile (2010) y Colombia (abril de 2020), en ingresar en el club exclusivo de los países más desarrollados del mundo.

Para Costa Rica, las conversaciones de adhesión comenzaron en 9 de abril de 2015, cuando se diseñó la hoja de ruta a seguir. Los pasos restantes consisten en la firma y aprobación del protocolo de adhesión, la presentación de la Ley ante la OCDE y el pago de la cuota de incorporación. Aunque se pretende finalizar el proceso este año, teniendo en cuenta otros antecedentes, como el de Colombia (que tardó siete años en hacerlo), es posible que la adhesión concluya en 2021 o 2022.

Esta tendencia muestra cómo, progresivamente, los países de América Latina se unen al club de los países ricos (80% del PIB mundial), cerrando poco a poco la brecha entre países desarrollados y emergentes.

En el siguiente gráfico, se puede observar la convergencia del PIB de los cuatro países adheridos con el PIB promedio de los países de la OCDE.

PIB per cápita relativo al promedio de la OCDE en términos de dólares estadounidenses (USD) ajustados a la paridad del poder adquisitivo. Fuente: Base de datos de Productividad de la OCDE

Una OCDE más latinoamericana

En la fundación de la organización en 1961, ninguno de los 20 países fundadores era latinoamericano. El nuevo reparto refleja la importancia creciente de América Latina en la economía mundial, en el comercio exterior y en la captación de flujos de inversión extranjera directa.

Además, Argentina, Brasil y Perú están siendo considerados por el Consejo de la OCDE como posibles futuros miembros. Todos estos países, así como República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Panamá, Paraguay y Uruguay, forman parte del Centro de Desarrollo de la OCDE.

La aportación de América Latina a la economía internacional se está volviendo fundamental, y su importancia en el orden global es también destacada. Para Ángel Gurría, secretario general de la OCDE, “la bienvenida a Costa Rica en la OCDE es muy relevante en un momento en que el multilateralismo es más importante que nunca; la mejor forma de afrontar los retos mundiales actuales es que las economías emergentes, en desarrollo y avanzadas trabajen de forma conjunta en la búsqueda de soluciones”.

La contribución latinoamericana a la OCDE puede ser también significativa en ciertos aspectos. Carlos Alvarado, presidente de la República de Costa Rica, se comprometió, en la sede de la OCDE (2018), no sólo a mejorar las políticas públicas del país, sino también a agregar valor en el proceso.

Ventajas o inconvenientes

Una de las grandes preguntas que cabe formularse es si la adhesión a la OCDE tiene realmente un impacto positivo en estos países o si se reduce a un instrumento de negociación y validación internacional.

En primer lugar, los países deben demostrar una “disposición” a cumplir una serie de requisitos, cuyo proceso puede presionar y agilizar compromisos importantes. Es necesario asegurar la protección de los derechos humanos; demostrar ser una sociedad democrática (división de poderes, alternancia de partidos, periodicidad de los mandatos…); y constituirse como una economía abierta, transparente y de libre mercado. El examen técnico evalúa las políticas y las prácticas del país y su capacidad para implementar las normas de la OCDE.

En el caso de Costa Rica, este proceso le ha llevado a comprometerse en la mejora de la educación pública (digitalización y pruebas PISA), de la competencia y el sistema legal financiero, o en la reforma del sistema estadístico nacional.

Hay que tener en cuenta que en dichos exámenes el apoyo de Estados Unidos es decisivo para los países latinoamericanos, puesto que la potencia norteamericana ejerce una gran influencia en la organización (supone el 20,5% del presupuesto de la OCDE) y tiene un interés directo en la región, lo cual supuso, por ejemplo, varios obstáculos en el caso colombiano.

En segundo lugar, estos cumplimientos suponen un afianzamiento de la posición latinoamericana en la comunidad internacional. Para Jorge Sequeira, director general de la CINDE, la Agencia de promoción de inversión de Costa Rica), el ingreso en la OCDE “le da al país un prestigio único porque es señal de que cumplimos todos sus requerimientos, como la mayoría de los países desarrollados, y se va a traducir en una Costa Rica más eficiente y competitiva”. Dicho con otras palabras: el ingreso se puede traducir en un incremento del flujo de inversión extranjera y una mejor participación en el mercado mundial de bienes y servicios.

Por último, la OCDE promueve el intercambio de recomendaciones entre sus miembros, lo cual puede constituirse como punto de apoyo para que los países latinoamericanos puedan diseñar reformas teniendo en cuenta los estándares de la organización. Algunas de estas áreas son el crecimiento inclusivo (los países latinoamericanos tienen el coeficiente de desigualdad más alto de la OCDE), justicia, gobernanza empresarial, fiscalidad, educación, productividad laboral o gestión de residuos, entre otras.

El problema puede llegar cuando las mejores prácticas recomendadas puedan no ser las más adecuadas a la realidad de cada país, por lo que el análisis nacional será siempre fundamental para no cegarse bajo la lente de países que se guían por lógicas diferentes.

La OCDE puede ser un referente para la cooperación internacional en tiempos en los que el mundo multilateral está en crisis, y sus beneficios pueden recaer tanto en los países latinoamericanos como en el resto de sus miembros. Si bien es una herramienta útil para la reforma política, económica y social, la membresía de la OCDE no es sinónimo de impulso económico, puesto que la velocidad y eficacia de aplicación de las recomendaciones dependerá de la situación individual de cada país.

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