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¿Oro? no, mejor bitcoin. Los jóvenes y la atracción por las criptodivisas

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Elisabet Ruiz Dotras, UOC – Universitat Oberta de Catalunya

El bitcoin empezó a operar tímidamente en 2009 como moneda alternativa en medio de la crisis bancaria que se vivió entonces. Una década más tarde, se ha convertido no solo en una opción de inversión, donde los grandes inversores quieren también obtener una parte de sus ganancias, sino también en un juego financiero para los adolescentes.

Y es que el bitcoin y otras criptodivisas (en el argot, criptos), a pesar de ser una alternativa real de inversión, parecen un juego de apuestas o el Monopoly virtual para jóvenes de hoy día.

Según un estudio llevado a cabo en la eurozona por la fintech 2gether en 2019, el 56% de los usuarios de criptomonedas tienen entre 26 y 45 años y un nivel educativo alto (aunque no necesariamente en temas financieros). El 25% de ellos son mileniales y el 31% pertenecen a la generación Z. Además, un 77% de los usuarios son hombres evidenciando, una vez más, la brecha de género en temas financieros y de inversión.

Las criptos no tendrían mucho sentido si solo fueran una opción de inversión para especuladores. Lo que les dota de valor es el hecho de ser aceptadas como medio de pago.

Aunque todavía están en una fase muy primaria, el mismo estudio revela que el 37% de los pagos a través de su plataforma se realizan con criptomonedas, mientras que el 63% restante se sigue realizando en euros. También señala que el gasto promedio mensual en criptos está valorado en 112,56 euros, destacando que la mayoría se destina al sector de la restauración y hostelería (32,71%) y al sector de la alimentación (19,13%).

Para los nativos digitales, mejor ‘criptos’ que oro

Los índices de educación financiera son bajos a nivel mundial y España no se salva de ello: en el último estudio PISA (2019) este país obtuvo valores por debajo de la media. Si a eso se añade que los expertos insisten en que se debe saber en qué se invierte antes de hacer una inversión, es decir, en que es indispensable la formación en temas financieros, ¿por qué los jóvenes se sienten tan atraídos por las criptodivisas?

Nacidos entre los ochenta del siglo XX y la primera década del siglo XXI, a los mileniales y a la generación Z se les describe como altamente digitales, hiperconectados, con marcados valores sociales y adictos al consumo inmediato: las nuevas tecnologías les han enseñado a tener acceso a prácticamente todo lo que desean en un tiempo récord. Así, no sorprende que se sientan atraídos por las monedas digitales, que, además, fueron creadas como alternativa al sistema financiero tradicional y para dar respuesta a los problemas económicos actuales, aspecto que está en sintonía con sus valores sociales.

De hecho, un estudio llevado a cabo en 17 países (The Tokenist, 2021) señala que los mileniales tienen más confianza en las criptodivisas que en el mercado de valores, en el sector inmobiliario o en el oro. Y es que ser nativos digitales les permite entenderlo y comprenderlo todo en ese formato.

Las criptos solo se pueden comprar, vender, guardar o intercambiar en formato digital y, pese a su intangibilidad, son un activo real en el mundo de las inversiones. Además, pueden negociarse las 24 horas del día, los 7 días de la semana, los 365 días del año, lo que encaja a la perfección con el estilo de vida de los mileniales.

La atracción por las criptodivisas: un juego arriesgado

El valor de las monedas digitales y sus movimientos son fáciles de identificar. Sin embargo, invertir en bitcoines o cualquier otra criptodivisa no es tan simple como fijarse exclusivamente en su valor.

Como en cualquier otra inversión, se debe estar al tanto de los riesgos asociados, un aspecto que la mayoría de los jóvenes que compran criptos desconocen, dado el limitado conocimiento financiero de la sociedad en su conjunto.

Las criptomonedas no son en ningún caso dinero fiduciario, controlado por un Estado o nación. Son un medio digital de intercambio y no están respaldadas por ninguna institución, pública o privada, ni ningún individuo. Pese a su vertiginosa difusión y espumosa acogida, la gran mayoría tiene un conocimiento muy limitado acerca de ellas. A menudo, ni siquiera entiende los conceptos básicos y mucho menos su funcionamiento.

No obstante, si tenemos en cuenta lo difícil que es para los jóvenes de hoy ganar dinero, se entiende que se sientan atraídos por las criptodivisas. Una inversión muy volátil que puede generar grandes ganancias, pero también grandes pérdidas, en un periodo corto de tiempo pero, eso sí, asumiendo un elevado riesgo de inversión.

Otras alternativas con menor riesgo (la renta fija, el mercado de acciones, por ejemplo), o bien no generan rendimientos elevados o son muy complejas o requieren de un capital inicial demasiado alto para los mileniales.

Criptodivisas: operativa fácil y alto riesgo

Invertir en criptodivisas es tan fácil como registrarse en una de las muchas plataformas de gestión que existen, ingresar fondos y comprarlas. Indudablemente, algo mucho más simple y menos costoso en tiempo y dinero (y a menudo sin requerir documentación previa) que abrir una cuenta de valores en una entidad financiera. Todos estos factores llevan a los jóvenes a destinar sus ahorros a la compra de criptodivisas, con la esperanza de obtener ganancias rápidas y fáciles.

Las plataformas de gestión de criptos se anuncian como una forma de conseguir dinero sin necesidad de ser un experto. No obstante, no hay que perder de vista los riesgos que comporta dicha inversión, ya sea por la volatilidad de la moneda digital, el riesgo de la plataforma o el riesgo en la seguridad de la cadena de bloques (blockchain).

Dada su elevada volatilidad, los expertos recomiendan tener un máximo del 5% de la inversión total en activos en criptodivisas. Sin embargo, probablemente los mileniales, sin demasiados conocimientos financieros, apuestan la mayor parte de sus ahorros en un juego en el que pueden ganar mucho pero también pueden perderlo todo.

Un factor clave: el blockchain

El blockchain, la tecnología base de las monedas digitales, ha sido un factor clave para su triunfo (por la seguridad que genera), y ha jugado un rol interesante para convertir las criptos en algo trendy entre los jóvenes.

De hecho, muchos jóvenes programadores han intervenido como mineros en esta tecnología de cadenas de bloques que garantiza el cumplimiento de los acuerdos entre los agentes que intervienen en las operaciones con criptomonedas. Así, cuando un pago puede garantizarse, el riesgo disminuye considerablemente.

El blockchain permite establecer un sistema confiable para realizar transacciones sin necesidad de intermediarios, lo que agiliza las operaciones financieras digitales y reduce su coste económico (Walch, 2015). Pero no todos los blockchain son igual de seguros y no todas las criptos usan los mismos sistemas de blockchain.

El sistema financiero tradicional se apunta a las criptomonedas

El blockchain ha abierto la puerta a nuevas fuentes de financiación alternativas y todo el nuevo mundo de las fintech. Si un protocolo tecnológico garantiza el cumplimiento de un contrato financiero por ambas partes, pasa a ser igual de seguro que aquellos contratos que tienen como intermediaria una institución financiera.

De hecho, el Banco de Inversiones Europeo emitirá criptobonos haciendo uso de la tecnología blockchain de la criptomoneda ethereum. Así, sus transacciones se abaratan y aceleran, dando mayor liquidez a los mercados.

La carrera de las criptodivisas es una carrera de fondo más corta de lo habitual en la que las instituciones financieras tradicionales, si no se apuran, pueden quedar rezagadas. El Sveriges Riksbank (el banco central sueco) está haciendo pruebas con su moneda digital e-krona y el Banco Popular de China ya lleva un tiempo con su e-yuan.

Es de esperar que pronto otros países se lancen a la versión moderna de su moneda y quizás en pocos años tengan que convivir el euro y el euro digital que, a pesar de parecer lo mismo, serán muy distintos y con tipos de cambio diferentes. Los avances tecnológicos y la globalización son imparables.

Elisabet Ruiz Dotras, Profesora en finanzas, UOC – Universitat Oberta de Catalunya