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Por qué no tiene sentido paralizar la vacunación de Janssen y AstraZeneca

Shutterstock / Dragan Mujan

Guillermo López Lluch, Universidad Pablo de Olavide

En el comienzo de la cuarta ola de la pandemia y en plena escalada de las vacunaciones, un nuevo sobresalto ha venido a complicar la situación. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) y la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA) estadounidenses han notificado 6 casos de trombosis, todos ellos mujeres, en 7 millones de personas vacunadas con la vacuna de Janssen en Estados Unidos.

Ese anuncio ha vuelto a retrasar la vacunación, esperemos que por pocos días. Al igual que ocurrió con la vacuna de AstraZeneca, los casos reportados son muy pocos en comparación con la cantidad de personas vacunadas; tan solo un 0,000066% en el caso de Vaxzevria (AstraZeneca) y, un 0,0008% en el caso de la vacuna de Janssen.

En cualquier prospecto de un fármaco encontraremos que cualquier efecto adverso por debajo de 1 por cada 10.000 tratamientos (0,01%) se considera muy raro. Con las vacunas hablaríamos de casos no raros sino rarísimos. Entonces, ¿es lógica tanta precaución?

¿Por qué los organismos reguladores están siendo tan cautos con tan pocos casos de trombosis y que también se da en infecciones víricas, incluída la propia COVID-19?

La trombosis asociada a descenso de plaquetas: una respuesta inmunitaria a virus y fármacos

La trombocitopenia o trombosis con reducción de plaquetas se produce por causas desconocidas pero está asociada a múltiples enfermedades infecciosas de origen vírico y a fármacos.

La trombocitopenia se ha asociado con infecciones víricas como el Zika, Dengue, Epstein-Barr, Hepatitis A, Hepatitis C, el SARS de 2003 o el propio SARS-CoV-2. Incluso se ha asociado a la infección por Helicobacter pylori que causa las úlceras de estómago.

Pero este síntoma también aparece en respuesta a fármacos. Antibióticos como la vancomicina, antidepresivos como la mirtazapina, antialérgicos como el Rizaben, sulfonamidas contra infecciones como el cotrimoxazol o, curiosamente, al tratamiento con anticoagulantes como la heparina pueden provocar trombocitopenia. De hecho, los casos de trombocitopenia asociados con las vacunas de Astrazeneca y de Jannsen han mostrado similitudes con la generada por los tratamientos con heparina.

Se ha considerado también un indicador de agravamiento en cáncer, como el linfoma no-Hodgkin, o en otros cánceres donde la quimioterapia parece generar este síntoma.

La gran cantidad de factores que generan trombocitopenia nos permite concluir que este síntoma no se debe a un factor en concreto, sino a una actividad anormal del sistema inmunitario del propio paciente.

De hecho, en la mayor parte de los casos asociados a fármacos o virus este síntoma se conoce como inmunotrombocitopenia por su origen en el sistema inmunitario. Se han descrito hasta 7 grupos diferentes de mecanismos inmunitarios asociados con la inducción de lo que se conoce como inmunotrombocitopenia debida a fármacos.

El desequilibrio del sistema inmunitario, causa de la trombocitopenia

¿Es posible que dos vacunas que utilizan dos virus diferentes produzcan el mismo tipo de respuesta en unas pocas personas entre millones? ¿O es otra la causa? Pues todo indica que la causa está en el propio sistema inmunitario del paciente.

La inmunotrombocitopenia ha sido relacionada con la infección por virus de Epstein-Barr, que afecta a los linfocitos y que podría estar detrás de la producción de antígenos contra plaquetas en estos enfermos.

Estudios muy recientes indican que los pacientes que sufren inmunotrombocitopenia, con independencia de la causa, presentan un desequilibrio en la relación entre las poblaciones de linfocitos T ayudantes. Este desequilibrio lleva a la producción de anticuerpos contra las plaquetas. Por tanto, estaríamos hablando de una enfermedad autoinmune de origen desconocido.

Anticuerpos contra una glucoproteína de la superficie de las plaquetas se han encontrado en personas que ya tienen enfermedades autoinmunes como lupus o esclerosis múltiple. Estas enfermedades autoinmunes afectan mucho más a mujeres que a hombres, al igual que las trombosis asociadas a la vacuna.

Una respuesta inmunitaria desequilibrada explicaría que se haya dado el mismo tipo de síntomas en muy pocas personas vacunadas con dos vacunas basadas en dos tipos de adenovirus diferentes. A saber: uno de chimpancé para la de Astrazeneca (ChAdOx1) y uno humano para la de Janssen (Ade26).

Por ahora, no disponemos de datos sobre la vacuna Sputnik V, aunque está basada en el mismo adenovirus que la vacuna de Janssen para la primera inyección y otro diferente (Ade5) para la segunda.

Si las vacunas contuviesen componentes que generasen de forma directa la trombosis, el número de casos sería mucho mayor. Sin embargo, el número de casos es muy bajo.

Conociendo los múltiples factores diferentes que generan este síntoma podemos pensar que la trombocitopenia se produce por una predisposición intrínseca del sistema inmunitario en respuesta a la vacuna. Podemos presumir que esta respuesta sería igual frente a cualquier otro virus o cualquier otra vacuna.

Dejar de vacunar, un gran error

La infección por SARS-CoV-2 también produce anormalidades de coagulación asociadas con una mayor mortalidad. De hecho, algunos estudios clínicos han indicado alrededor de un 30% de casos de trombosis venosa en aquellos pacientes de COVID-19 que requieren de atención en las UCIs.

De un total de 3 376 548 casos de COVID confirmados en España hasta el 13 de abril de 2021, han sido hospitalizadas por COVID-19 un total de 338 191 (un 10%) personas. De éstas, 30 824 (un 9,11%) han necesitado asistencia en la UCI. Podemos, por tanto pensar que de ellas alrededor de un 30% deben haber sufrido trombosis (unas 9 250).

En todo el mundo se han informado casos de trombocitopenia en unas 230 personas vacunadas. Tan solo en España han fallecido 76 625 personas con COVID-19 confirmada, posiblemente más, un 2,27% de los infectados. Del 10% de hospitalizados muchos habrán sufrido trombosis bien en la UCI o bien tras el alta.

Con todos estos datos nos podemos preguntar, ¿es lógico paralizar la vacunación que ha demostrado reducir en más de un 95% los casos graves y las hospitalizaciones por COVID-19?

Yo creo que no.

#YoMeVacunoSinMiedo