Cumbre entre Estados Unidos, Canadá y México: ¿Pasamos de la globalización a la regionalización económica?
Armando Jiménez San Vicente, Instituto Universitario y de Investigación Ortega y Gasset
Acaba de celebrarse en Ciudad de México la X Cumbre de Líderes de América del Norte. Los presidentes Andrés Manuel López Obrador (México), Joe Biden (EE. UU.) y el primer ministro canadiense Justin Trudeau fijaron la nueva agenda diplomática, económica y política trilateral para la región. Entre los principales acuerdos destaca la sustitución coordinada de importaciones, lo que intuye un cambio en el paradigma del modelo de globalización actual.
En la cumbre trilateral se habló de tomar acciones conjuntas para la lucha contra el narcotráfico, pero también de cambio climático, competitividad regional, salud, migración, equidad y desarrollo económico inclusivo.
Para mejorar la competitividad de la región se propuso la creación de un grupo de trabajo trilateral con actores públicos y privados para desarrollar una estrategia común de sustitución de importaciones. Dicha acción muestra una nueva tendencia global enfocada en una mayor integración regional.
Cambios en la globalización
El modelo de globalización de los últimos 40 años ha dado un papel protagónico a Asia en general y a China en particular y la producción multipaís con eje en China ha sido la fórmula preferida para articular las cadenas de valor globales.
Sin embargo, la ruptura de las cadenas de suministro provocada por la pandemia y el conflicto comercial entre China y Estados Unidos está cambiando las reglas de producción manufacturera a nivel internacional.
Estados Unidos busca ahora sustentar su competitividad en producir con certidumbre y proximidad (nearshoring), lo que desvela un marcado sesgo hacia una economía global por regiones. La alianza con México y Canadá se vuelve fundamental para la competitividad global de los Estados Unidos.
La crisis de los chips
Durante la pandemia, la falta de suministro de chips provenientes de China y Taiwán puso en jaque el actual modelo de producción industrial. La crisis provocada por la covid-19 mostró la fragilidad de los procesos de producción globales y la vulnerabilidad de las economías nacionales ante las disrupciones en las cadenas de valor.
Con el fin de reducir los riesgos y generar certidumbre se promueve ahora la relocalización de las fábricas en regiones más cercanas, en un proceso conocido en inglés como nearshoring.
Menores costes y cercanía geográfica
El nearshoring consiste en trasladar la producción industrial a un tercer país que, además de ofrecer menores costes laborales, de insumos y de energía, cuenta con cercanía geográfica con el mercado del consumidor final, lo que facilita el proceso logístico y de producción. Todas estas variables dan certidumbre a la estrategia económica de los países.
Detrás de este nuevo modelo de relocalización industrial se esconde un importante cambio del paradigma de la globalización, con una mayor fragmentación de la economía mundial.
Así, la producción industrial parece tender a organizarse en bloques económicos regionales, rompiendo el modelo tradicional de globalización, basado en producir barato en China para exportar a todo el mundo.
China se convirtió en la fábrica del mundo por la deslocalización de la producción industrial de las economías desarrolladas que buscaban aumentar sus márgenes de beneficio mediante la reducción de costes (sobre todo de mano de obra).
Este modelo permitió al gigante asiático conseguir altas tasas de crecimiento y desarrollar con enorme rapidez su industria, pero hizo a las grandes economías muy dependientes del sector manufacturero chino.
No obstante, la crisis en la cadena de suministros dejó en evidencia los riesgos para las economías estadounidense y europeas de asentar una parte importante de su cadena de valor en China.
Una mayor integración norteamericana
El Tratado de Libre Comercio y la cercanía geográfica con Estados Unidos, convierten a México en un eje logístico y de producción idóneo para la estrategia de nearshoring de Estados Unidos. A esto hay que añadir los costes competitivos en materia de salarios, energía e insumos que ofrece México a las empresas de sus vecinos y socios.
La cercanía geográfica con EE UU, la mayor economía del mundo, convierte a México en el candidato ideal para ser su socio comercial y le da una oportunidad única de desarrollo económico. Gracias a los acuerdos comerciales existentes, la cadena de valor mexicana está ya muy integrada en la economía estadounidense. De hecho, el 80 % de la producción industrial mexicana tiene como destino final Estados Unidos.
El nearshoring provocaría además la llegada de nueva inversión extranjera a otras economías cercanas al mercado estadounidense. Según el Banco Interamericano de Desarrollo, América Latina se podría beneficiar con cerca de 78 000 millones de dólares cada año, de los cuales alrededor del 45 % llegarían a México.
Esta estrategia conjunta de sustitución de importaciones afianza aún mas la relación de México con sus vecinos de región. Al mismo tiempo, esa alianza lo distancia de la creciente ola de inversiones chinas en Latinoamérica.
También desvela un cambio en la globalización hacia un modelo más fragmentado y concentrado en grandes bloques económicos por regiones.
Solo el tiempo mostrará las implicaciones de esta nueva tendencia. Aunque el exitoso modelo de la Unión Europea sigue esta filosofía desde hace más de dos décadas. Los números muestran que el verdadero negocio está entre los países del bloque económico.
Armando Jiménez San Vicente, Profesor Análisis Económico del Derecho, Instituto Universitario y de Investigación Ortega y Gasset