Estrés y precariedad: el difícil día a día de los cuidadores de residencias en la pandemia
Carmen Pérez de Arenaza Escribano, Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS – CSIC) y Vicente Rodríguez Rodríguez, Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS – CSIC)
En plena tercera ola del Covid-19, y en medio de un encendido debate sobre los grupos prioritarios de vacunación, se hace necesario reflexionar en torno a las condiciones en las que trabajan los cuidadores y cuidadoras de las residencias, como han puesto de manifiesto en España diversos informes como el del Instituto de Políticas Públicas del CSIC, el de la Secretaría de Estado de Derechos Sociales, o el estudio de Zalakain y Davey (2020).
La alta mortalidad, junto con las medidas de aislamiento que se han implementado en estos entornos, ha supuesto un nuevo y complejo escenario, tanto para los trabajadores como para los residentes y sus familias.
Durante la crisis sanitaria se ha ido consolidando el debate sobre cómo se está afrontando esta situación por parte de los equipos de trabajadores en residencias. Es evidente que están expuestos a un gran estrés, resultado de las situaciones de incertidumbre y peligro que tienen que vivir en primera persona día a día.
Incidir en la formación de los trabajadores
Además de un merecido reconocimiento por su labor, es hora de preguntarnos cómo establecer estrategias que permitan lidiar con esta situación de la mejor manera, algo que conlleva beneficios, tanto para trabajadores, como para los residentes.
Aunque no sean estrategias tan explícitas como las que se mencionan a continuación, existe un cierto consenso en considerar la formación de los trabajadores como un medio para afrontar la pandemia en residencias de personas mayores.
A través de algunos ejemplos puestos en marcha en países como Estados Unidos o Canadá, vamos a explorar formas de atención a los trabajadores, que posibiliten mayor satisfacción y bienestar entre el personal de las residencias.
El primer ejemplo tiene que ver con la puesta en marcha de sesiones didácticas virtuales en las que se ofrece atención psicológica a los trabajadores, que son los que en última instancia se tienen que hacer cargo de la soledad y el malestar de los residentes, entre los que hay altas tasas de depresión llegando incluso a sufrir delirios como consecuencia de la crisis sanitaria.
Además de este apoyo, se facilitan herramientas y claves que les permitan llevar a cabo intervenciones seguras con los residentes y además aliviar, hasta cierto punto, los sentimientos de aislamiento y soledad.
Uno de los grandes beneficios de estas sesiones es el de construir un espacio donde los trabajadores puedan verter sus miedos, inquietudes y dudas de manera compartida y bidireccional, generando una mejora en “los efectos psicosociales negativos de la Covid-19”.
Otro ejemplo lo encontramos de la mano de Lingum (2020), que aplica un programa que consiste en sesiones semanales temáticas relacionadas con la atención de larga duración y los cuidados paliativos.
Después de una introducción, en las sesiones se hace una breve presentación didáctica, seguida de un debate sobre un caso y finalmente la exposición de los aprendizajes. Es interesante este modelo de intervención porque los casos son sacados de ejemplos reales que viven los trabajadores participantes, aportando experiencia y realismo a estas sesiones.
Los resultados mostraron que la intervención proporcionó información útil y precisa, algo muy valioso en contextos de crisis, donde hay una constante sobreexposición a información y datos. Además, es un modelo que brinda un doble apoyo, tanto a los equipos como a los residentes, generando mejores intervenciones en las que se vaya aprendiendo y debatiendo al tiempo que se va viviendo.
En definitiva, este tipo de plataformas didácticas, con un formato cercano al de un foro de discusión, permiten aliviar las tensiones, aumentar el bienestar de trabajadores y residentes, y aplicar intervenciones adaptadas a las circunstancias y meditadas por el conjunto del equipo.
Elevada feminización de los trabajos de cuidados
Otro aspecto relacionado con el trabajo dentro de las residencias guarda relación con las condiciones sociológicas que subyacen y que determinan el perfil medio del trabajador, dando cuenta de realidades tales como la elevada feminización de los trabajos de cuidados remunerados y no remunerados. Las residencias cuentan, además de la enfermería y la atención médica, con otros trabajadores como limpiadores, celadores, rehabilitadores, recepcionistas… Todos ellos son imprescindibles para el correcto funcionamiento de los centros, antes y durante la pandemia, algo que, sin duda, debería tenerse en cuenta a la hora de establecer las prioridades de vacunación.
En este sentido, ya se ha investigado el impacto del personal en las tasas de mortalidad de los centros residenciales, cuando se apunta a la conexión entre las características de los barrios en donde viven los trabajadores y la mortalidad en las residencias. Esto significa que la prevención para evitar contagios procedentes del exterior de la residencia pasa por atender correctamente al personal que atiende en las mismas.
Trabajos con elevada precariedad
La realidad es que, por norma general, este tipo de trabajos están fuertemente precarizados y desprestigiados, algo que impacta directamente en la vida de los trabajadores y los residentes. Hay determinados condicionantes que dificultan una prevención exhaustiva, como puede ser el pluriempleo o la alta frecuentación del transporte público.
Esto, en cambio, no puede servir como excusa para cargar el peso del proceso de contagio al conjunto de trabajadores, sino que debería usarse como impulso para volver a prestigiar un sector duramente castigado y olvidado como es el de los cuidados, entendiendo estos en un sentido amplio y transversal.
Ello obliga, como señala Karen Shen, a fortalecer y posibilitar el autocuidado por parte de los trabajadores, algo que generalmente parece incompatible con sus condiciones de trabajo, pero que sin duda es necesario para el bienestar y la satisfacción tanto de trabajadores como de residentes y familias. Otras investigaciones ya apuntan a la precariedad como un factor de estrés, sumado a una situación ya de por sí complicada de gestionar para los trabajadores y trabajadoras.
En conclusión, todos estos ejemplos son formas de atender y valorar el trabajo que se desempeña dentro de las residencias, prestigiando tanto a aquellos que las habitan como a aquellos que permiten que esto suceda. Con programas adaptados a cada contexto y equipo se podría lograr un cambio de paradigma en la atención y el cuidado a largo plazo, algo que ha pasado de ser importante a ser necesario.
Otras estrategias para hacer valer las condiciones del trabajo en las residencias en el futuro deben poner el foco en la implantación de tecnologías de apoyo al cuidado, sin perder de vista, por un lado, la necesidad de mejorar la situación laboral de los trabajadores como garantía de confianza en el sistema de cuidados y, por otro, la mejora en la calidad del servicio a través de la formación de los trabajadores .