Sociedad

¿Un mundo sin niños? La evolución de los motivos para retrasar la maternidad

¿Un mundo sin niños? La evolución de los motivos para retrasar la maternidad
Shutterstock / AMJ Fotografia

Marta Ibáñez Pascual, Universidad de Oviedo

El retraso a la hora de tener hijos es uno de los principales factores cuando explicamos la ya conocida baja natalidad en España. Un aplazamiento planificado, pues las mujeres de forma consciente retrasan el momento de tener hijos aduciendo en una alta proporción razones laborales, económicas o de conciliación (INE, 2018).

Y qué pasa con las mujeres que llegan al final de sus años fértiles sin tener hijos. ¿Cuáles son sus razones para no tener hijos? ¿Quieren tenerlos? ¿Están esperando a Godot?

Situación respecto a la maternidad por años cumplidos

Fuente: Encuesta de fecundidad 2018 (INE). Elaboración propia a partir de microdatos.

¿Qué motivos hacen que la decisión se aplace?

Lo cierto es que la edad va perfilando y variando los motivos y argumentos por los que no se tienen hijos.

Mujeres que no han tenido hijos. Porcentaje del grupo de edad, tamaño de la muestra y error muestral a 2 sigmas

Fuente: Encuesta de Fecundidad 2018 (INE). Elaboración propia a partir de microdatos. (1) Todos los porcentajes ponderados.

Por una parte, existe la extendida percepción de que antes de los 30 se es “demasiado joven”. Sorprendentemente, este también es un motivo de peso para el 20,1% de las mujeres de entre 30 y 34 años. Parece que la edad media para ser madre por primera vez no volverá a las edades convenientes, biológicamente hablando.

Además y en gran medida, la maternidad sigue siendo un proyecto en pareja. Es a partir de los 30 años, aproximadamente, cuando esta razón (“No he tenido una pareja o esta no era adecuada”) comienza a adquirir peso en la decisión. El 28,9% de las mujeres entre 35 y 39 años, las que se encuentran en el momento más crítico de la toma de esta decisión, la señalan.

Por último, como ya adelantaba el Instituto Nacional de Estadística, son las razones laborales y económicas las que marcan la gran diferencia. De hecho, estas son señaladas por el 90,5% de las mujeres de entre 30 y 34 años que no han tenido hijos. También por el 84,5% de las de entre 35 y 39 años.

Las mayores de 39 años, en época decisiva y límite para el embarazo, muestran un claro trasvase en la construcción del argumentario de motivos. En el siguiente gráfico los porcentajes se muestran sobre el total de los motivos, no sobre el de mujeres.

Motivos (agrupados) por los que las mujeres no han tenido hijos. Porcentaje por grupos de edad.

Fuente: Encuesta de Fecundidad 2018 (INE). Elaboración propia a partir de microdatos.

A partir de este momento, las dificultades de salud sustituyen progresivamente a las razones laborales y económicas como causa del aplazamiento del momento de ser madre. Sobre todo, al conjunto de justificaciones que podríamos considerar puramente volitivas.

Las razones de salud tienen un peso mínimo entre las 895 mujeres sin hijos en sus primeros 30 (solo un 1,2% las señala). Por su parte, en las mayores de 44 la proporción sube al 16,7% de las 1.069 de la muestra.

Es importante señalar el tamaño de las submuestras de edad. En los grupos intermedios las submuestras son menores y se podría achacar a eso -aumenta la proporción porque van quedando las mujeres que sí tenían problemas físicos para tener hijos-.

Sin embargo, por la congruencia de la evolución parece más acertada la hipótesis de que las dificultades para quedar embarazada o llevar la gestación a término aumentan con la edad. En otras palabras, cuando sí deseaban, podían o intentaron tener hijos fue demasiado tarde. Es entonces cuando aparecieron los problemas físicos.

Donde el trasvase de motivos es mayor es en los de tipo volitivo. Estos aumentan de un 15,3% en edades jóvenes a un 28,7% a partir de los 45 años. Una dinámica en la que parece que los deseos se están adaptando a las propias posibilidades físicas. Por ejemplo la afirmación “no quiero ser madre o aún no quiero”. Podemos suponer que en las edades jóvenes sencillamente se está posponiendo la decisión. ¿También en los años centrales de la treintena?

Si entendemos que no ha habido ningún cambio generacional decisivo respecto a la maternidad en las mujeres de entre 30 y 45 años, como es el caso, la única explicación es que a medida que la posibilidad física se aleja, la construcción subjetiva de los motivos cambia, adaptándose a las condiciones objetivas. Una explicación congruente con la evolución al alza del motivo de que “No me gusta el modelo de sociedad actual para un niño”.

Motivos por los que no han tenido hijos. Porcentaje por grupos de edad

Fuente: Encuesta de Fecundidad 2018 (INE). Elaboración propia a partir de microdatos.

Consecuencias del retraso en la edad para ser madre

La conclusión es que el retraso del momento de tener hijos entraña consecuencias.

No solo demográficas: si la media de edad al primer hijo se sitúa ya por encima de los 32 años, es probable que el segundo no se tenga. Además, no da tiempo a tener el tercero, una situación tan anómala que se considera “familia numerosa”.

O médicas. Al fin y al cabo, aumentan tanto las cesáreas y los problemas asociados al parto como la industria de la fecundidad asistida, con riesgos para el neonato.

O, por supuesto serias consecuencias sociales. El decrecimiento vegetativo hace necesaria la inmigración y el reequilibrio del sistema público de la Seguridad Social.

Una consecuencia que no podemos dejar de lado se refiere a la propia vida de las mujeres (y de los hombres): el deseo de ser madres y en qué grado nuestra actual organización social lo dificulta.

La idea de que la “ventana” de la maternidad se circunscribe a la treintena, el hecho de que las circunstancias laborales no faciliten (o incluso impidan) tomar la decisión, que el propio retraso dificulte la fecundidad, todo ello unido consigue que se vaya asumiendo la no-maternidad como un deseo propio. Recuerda el “están verdes, dijo la zorra a las uvas” donde nos acomodamos a los resultados de un conjunto de decisiones, muchas de las cuales nos vienen dadas.

La vida misma, vamos.