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¿Son violentas las personas con patología mental?

¿Son violentas las personas con patología mental?
Shutterstock / solarseven

Esperanza L. Gómez Durán, Universitat Internacional de Catalunya

¿Son violentas las personas con patología mental? La respuesta correcta es no.

La patología mental afecta a una de cada 4 personas a lo largo de la vida. Cientos de millones de personas tienen algún diagnóstico psiquiátrico ahora mismo en el mundo. La inmensa mayoría de todos ellos nunca ha protagonizado incidentes violentos y nunca lo hará. Sin embargo, esta visión global (y objetiva) no se ajusta a los titulares que nos sobresaltan en la prensa.

Pensemos en uno de los supuestos más trágicos que días atrás comentaba con una alumna: la muerte de niños en manos de sus propias madres. Se trata de uno de los actos violentos más duros que vivimos como sociedad (si es que hay algún acto violento que no lo sea). No en todos los casos existen trastornos mentales en la madre, pero si los hay nos abre la puerta a un objetivo claro para abordar en la prevención.

Frente estos casos, invito a una mirada distinta. Sin olvidar a las víctimas y a sus familias, pensemos por un momento en el agresor, la madre, como una segunda víctima. Como sociedad, deberíamos cambiar el sentir general para que, antes de que estos casos sucedan, cuando estas potenciales agresoras empiezan a sentirse mal, no banalicemos sus emociones y sentimientos. Ni mucho menos frustremos sus intentos de comunicar aquello extraño que están viviendo.

En lugar de eso, aliviemos sus miedos, que sepan que a otras personas también les ocurre; identifiquemos su sufrimiento y validémoslo. Evitemos excluir a estas personas y contribuir con el estigma a que no logren compartir sus pensamientos con quienes las rodean. Porque, al final, eso les hace rehuir de quienes pueden ayudarles y no acuden a la red de salud mental para no sentirse enfermas.

Porque el estigma y el miedo contribuyen a dramas familiares y sociales que nos marcan para siempre.

Violencia y patología mental

La violencia en la sociedad es un fenómeno multidimensional y de etiología compleja. Se asocia a factores como la edad joven, el sexo masculino, el consumo de tóxicos o la marginalidad social.

En su relación con la salud mental, la violencia se asocia más a diagnósticos de trastornos relacionados con tóxicos o trastornos de personalidad que a patología mental grave.

Se calcula que la patología mental grave podría estar implicada en solo un 5% de la violencia que sufrimos como sociedad. Esto supone un riesgo aumentado en estas personas, pero una proporción global muy baja. De hecho, la violencia que ejercen contra ellos mismos resulta mucho más relevante, con tasas elevadas de autolesiones e intentos de suicidio.

Eso no impide que exista una estrecha relación en el imaginario colectivo entre violencia y trastorno mental. Lo que, dicho sea de paso, alimenta actitudes sociales negativas que conforman el estigma en salud mental. Éste surge de los estereotipos y los prejuicios y genera discriminación, e incluso autoestigma.

## El estigma de la violencia en salud mental

El estigma afecta de forma desigual a los diferentes trastornos mentales. Tiene mucho que ver con la cercanía con la que los percibimos. Aquellos trastornos que consideramos que pueden afectarnos a todos, como la ansiedad o la depresión, sufren un estigma diferente al de los trastornos mentales graves, como la esquizofrenia y otros trastornos psicóticos.

Precisamente en los trastornos mentales graves juega un papel determinante la función “defensiva” del estigma. El deseo de protegernos del peligro que asociamos a esa enfermedad se traduce en rechazo emocional y distancia social. Cuando estos trastornos se manifiestan en forma de conductas anómalas que nos cuesta comprender, nos generan más sensación de descontrol y temor.

Sin embargo, la violencia en el contexto de patología mental grave implica solo a una minoría de las personas que la padecen. Lo peor del asunto es que con el estigma sí contribuimos al aislamiento social y a la marginalidad, dos factores de riesgo de violencia.

Entender mejor esta problemática, incluir en la vida social compartida a las personas con trastorno mental severo y darles visibilidad a quienes los padecen, supone todo un reto. Afrontarlo contribuirá a su bienestar y al de toda la sociedad.

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